martes, 23 de marzo de 2021

Hay una sola cara de la que tú vas a enamorarte

 (...) Hay una sola cara de la que tú vas a enamorarte; una sola entre todas las caras, centenares de ellas, con las que te cruzas cada día y en las que nunca dejas de fijarte. Proust dice que la belleza es “la charme individuel”. Es la cara que te sorprende por su individualidad, su singularidad, y te da al mismo tiempo una sensación inmediata de reconocimiento. La estás viendo por primera vez y es como si volvieras a verla al cabo de una larga separación en la que no supiste nada de ella. Te gusta tanto que te enamora. En el deseo sexual esta el estremecimiento de una ternura que te hace desfallecer. No aparece muchas veces en la vida. Quizás en cada una de sus edades decisivas, o en cada una de las vidas en las que uno va reencarnándose con una plena amnesia de las vidas anteriores. No garantiza la felicidad ni mucho menos la reciprocidad. Es un juego en el que te juegas la vida, esa vida. Porque nada es posible sin la sensación de la belleza, que no tiene mucho que ver con cánones objetivos.

Es que si o que no. Todo o nada, “All or Nothing at all”, dice la canción, Billie Holliday la cantaba mejor que nadie. Es Baudelaire cruzándose en París con una mujer desconocida y enlutada. Es James Joyce encontrando a Nora en una calle de Dublín, Pierre Bonnard bajándose del tranvía para seguir a la mujer de pelo corto y cuerpo juvenil a la que pintara a lo largo de toda su vida, Walter Benjamín que ve a Asa Lacis caminando por Capri. El descubrimiento gradual, la exploración de afinidades y de cercanías, ahonda en la fascinación primera, o quizás la desmiente, pero no la sustituye. Te enamoras o no. Y una vez que te has enamorado ya sigues enamorándote o te desengañas. El tiempo disipa el amor o lo fortalece. En cada paso nuevo de la intimidad esta el peligro de la disipación del hechizo. Que un espejismo sea pasajero no desacredita su belleza. Pero el hechizo mas valioso es el que se va alimentando de atracción física y conversación apasionada, el que va conjugando lo instintivo y lo racional. Una claridad objetiva alumbra la conmoción del enamoramiento, el misterio del deseo que dura. La viste por primera vez y te pareció de inmediato que la conocías de siempre. Desde ahora a lo largo de los años, te encontraras con sorpresa en un restaurante o un hotel al que llegáis por caminos distintos y seguirás teniendo la sensación de verla por primera vez.
( Antonio Muñoz Molina. Un andar solitario entre la gente)

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