domingo, 5 de octubre de 2008

Con permiso. He encontrado esto por hay. Lamentablemente la situacion es mas grave de lo que pueda parecer.


Como a media mañana J. aún no estaba en su puesto de trabajo, su responsable dio orden de llamarle a casa. El día anterior tampoco había acudido y ni siquiera había justificado la ausencia. Respondió al teléfono la madre de J., quien muy cortésmente explicó que su hijo no volvería al trabajo “porque estaba cansado”. Esta clase de anécdotas que a alguno le puede resultar chocante se ha convertido en relativamente frecuente: no es extraño que haya jóvenes que abandonen su empleo sin previo aviso o incluso con total desdén (como ese empleado que notificó su renuncia dejando un post-it en la pantalla del ordenador) ni que aparezcan crecientes actitudes antisociales, como la del joven trabajador que tenía por costumbre escupir en el café de su evaluador para luego removerlo con una sonrisa de satisfacción en el rostro.

Pero más allá de estos casos llamativos, el ámbito de los recursos humanos es consciente de que tiene que afrontar un nuevo problema, el relacionado con la escasa motivación de unas generaciones que, dicen los expertos, no se implican suficientemente en la empresa y no muestran ambición ni deseo; en otras palabras, que carecen de hambre. Algo que se hace más apreciable si se contraponen las generaciones presentes con las que accedieron al empleo en décadas anteriores. Como advierte Carlos Jesús Fernández, profesor de sociología de la Universidad Complutense, “los empleadores consideran que los recién incorporados tienen un compromiso con el trabajo muy inferior al de generaciones pasadas: critican su indolencia, ya que en su opinión no se esfuerzan lo suficiente, se limitan a cumplir con su jornada laboral sin asumir esfuerzos adicionales y protestan mucho las decisiones que implican un sacrificio mayor por su parte”.

Existe igualmente, cierto consenso en el sector respecto de las causas: la primera de ellas, como subraya Carlos J. Fernández, tiene que ver con la situación laboral en que viven los nuevos titulados: “Los jóvenes no perciben el fantasma del paro como una amenaza identificable, a diferencia de generaciones anteriores en las que el miedo al desempleo en un contexto muy competitivo les obligaba a demostrar su esfuerzo de forma más evidente”. En segundo lugar, muchas de las teorías contemporáneas achacan al bienestar de las naciones occidentales el adocenamiento y la pasividad de muchos de sus jóvenes.

Aunque, en buena medida, asegura José de Rafael, presidente de la AEC (Asociación de empresas de consultoría), “la culpa la tenemos los padres, que hemos hecho demasiado por nuestros hijos a todos los niveles, sin hacerles entender la lucha y el sacrificio por los que hay que pasar para conseguir los objetivos que nos fijamos”. Coincide Sonia Pedreira, Consejera delegada de Hay Selección, en señalar que esta falta de hambre proviene de haber vivido entre cierta opulencia, pero también “de no haber educado correctamente a los jóvenes en muchos sentidos”. Algo a lo que también ha contribuido, como resalta Fernández, que los jóvenes de hoy son “hijos de la LOGSE, reforma educativa menos exigente con el esfuerzo individual”.

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Pero, sobre todo, y la causa más mencionada, es que se trata de personas que han sido educadas en un contexto que no sólo les ponía a la mano mil objetos de consumo sino que les ofrecía modelos poco adecuados. Como resume Fernández, “ese entorno de consumismo desenfrenado y cultura mediática les ha podido influir negativamente en lo relativo a la percepción del trabajo. A fin de cuentas, son la generación que creció con Gran Hermano. ¿Es posible demandar una ética del sacrificio a jóvenes que han sido testigos del salto a la fama de personajes que simplemente han aparecido en un reality show o de la acumulación de grandes fortunas por constructores analfabetos y pícaros?”.

En todo caso, estas actitudes están introduciendo un problema en el gobierno de la empresa. Porque, ¿qué hacer ante candidatos con expediente prometedor que rechazan una beca porque dicen ganar más y pasarlo mejor sirviendo copas? ¿O ante quienes se marchan a la hora de salida dejando su trabajo a medias? ¿O ante quienes se niegan a acudir a la oficina un sábado porque no les pagan horas extras? En el pasado, no había problema, señala Juan Carlos Cubeiro, director del MPA (Master in Personal Administration) de la Escuela de negocios del CEU, porque “el contrato consistía en intercambiar obediencia por un empleo de por vida. Hoy eso es una utopía por muchas razones. De modo que los jóvenes, como saben que no van a estar en ese puesto mucho tiempo, no quieren trabajar 14 horas diarias. Prefieren estar con sus amigos o su pareja”. Una situación, añade, ante la que sólo caben dos opciones: “O nos seguimos lamentando o la asumimos”. Algo que habrá que hacer, señala Sonia Pereira, “mientras subsista el contexto de muchas oportunidades laborales y déficit de talento en el que vivimos. Al menos, hasta 2012, cuando parece que cambiará la tendencia”.

Sin embargo, eso no significa que no sea posible lidiar con éxito con estos jóvenes reticentes. Las empresas que están incorporando exitosamente nuevo talento narran que las mejores tácticas, además de no mandarles (por si acaso) a la máquina a por un café, consisten, como explica Héctor Martínez, presidente de la Asociación de Escuelas de Negocio, “en tenerles en cuenta, informarles y hacerles participar en la toma de decisiones. Necesitan que creamos en ellos, que les demos confianza y oportunidades. Entonces vendrán a trabajar con motivación”. La otra manera de lograr que los jóvenes se impliquen, como relata J.C. Cubeiro, consiste en ofrecerles aquello que más parecen ansiar: distinción simbólica. “Al talento le atraen tres cosas: trabajar para una marca líder, que su empresa sea innovadora y tenga fama de hacer productos distintos y saber que crecerá en ella profesionalmente, adquiriendo más estatus”.

Trabajos precarios=falta de compromiso

Pero tampoco hay que engañarse. Es cierto que la empresa contemporánea muestra notables dificultades para su correcto gobierno, pero no podemos cargar la culpa de las disfunciones sobre los jóvenes. Porque, en ocasiones, lo extraño sería que no se resistieran a las condiciones en que se desenvuelven. Como subraya Carlos J. Fernández, “en España el número de trabajos precarios es muy elevado y los jóvenes encuentran difícil comprometerse con un trabajo en el que se le exige una disponibilidad total pero a cambio no se le da ni siquiera un contrato estable. La precariedad casa mal con la moral del sacrificio”.

Y también piensa así parte del mundo de la empresa. J. C. Cubeiro señala cómo hay empresarios que son conscientes de que es difícil gobernarles porque “les pagamos poco, les damos poca responsabilidad y les tratamos casi como becarios” Consecuencia: “Ya que el salario es bajo, tenemos que atenderles de otra manera”. Y eso supone adecuarse a sus exigencias relacionales: “Ellos no acepan trabajar para un tirano, de modo que cuando exiges algo tienes que explicar tus razones; demandan mayor equilibrio entre trabajo y vida privada, y hay que facilitárselo; y han sido criados con imágenes: son la generación wii, por lo que hemos de transmitir lo que queremos mucho más a través de historias que de análisis. Hay que tener en cuenta que muchos no leen los emails porque la palabra escrita no significa demasiado para ellos; si existe youtube, ¿para qué escribir correos electrónicos?”

(Esteban Hernandez..... El confidencial)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estoy teniendo problemas para subir cosas. No me he olvidado de vosotros sigo en lo mio.
Un saludo.
JLITRI